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  • María José Bracho

Mujeres

Charles Bukowski




“Parece una historia sobre sexo y borracheras, cuando en realidad es un poema sobre el amor y el dolor”

Mujeres, de Charles Bukowski, es un relato intenso y cargado de paradojas. Narra la vida de Henry Chinaski, un escritor que reside en Los Ángeles. Es una oda a la cotidianeidad: cuenta el día a día, la vida monótona del personaje, una vida que al final tenemos todos, una vida de rutinas. Aún así, genera emociones intensas. Y es precisamente porque la vida es eso, la vida misma es lo cotidiano. Quiénes somos, nuestra esencia, no está en los eventos extraordinarios y maravillosos, está oculta en los momentos más ordinarios del diario vivir.


Al leer este libro atravesé por varios estados emocionales que quizá otros lectores compartan conmigo:

Al principio, sorpresa. El lenguaje sencillo y, sin embargo, crudo y directo del autor puede ser chocante.

Asco, sin duda, al leer descripciones grotescas del cuerpo humano.

Angustia e impotencia frente a un hombre alcohólico y solitario que lleva una vida de borracheras y desorden.

Enojo e indignación ante el juego de usar a las personas para la satisfacción propia. Tras un largo periodo en soledad y castidad, se suceden un gran número de mujeres en la vida de Chinaski. Cada mujer es única: con un cuerpo distinto y con una historia distinta. Muchas de ellas se enamoran de él, muchas otras son pasajeras. Este juego refleja una sociedad que concibe a las relaciones humanas de una manera egoísta. Relaciones en las que conectar con el otro, conectar de verdad, es sinónimo de vulnerabilidad y flaqueza. Relaciones humanas consumistas de seres humanos.


Chinaski menciona algunas veces que tiene miedo a sentir, que nunca aprendió a amar, y que es más fácil vivir la vida sin sentimientos. Y así, se esconde tras máscaras de alcohol, sexo y desenfreno. La historia pareciera ser una oda al placer, pero realmente reclama el vacío de la vida humana, un vacío lleno de soledad, un vacío en el que nos es insoportable estar con nosotros mismos. Tantas estrategias que utilizamos para callar ese silencio que queda cuando no tenemos a nadie más que a nosotros mismos. Tantas estrategias con las que construimos muros que nos aíslan de nuestra propia vulnerabilidad, de nuestra propia humanidad. Irónicamente, estando tras esos muros, solos, seguimos buscando el amor.

Finalizo con una cita que me impactó mucho:

"La gente amoral suele considerarse más libre, pero a menudo carece de la capacidad de sentir o de amar. Así que se hacían promiscuos. Los muertos jodiendo con los muertos. No había juego ni humor en su práctica, era una cópula de cadáveres".


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